
Existen muchas personas que planean minuciosamente cada paso de su carrera profesional, pero cuando les preguntas qué harán cuando ya no quieran –o simplemente no puedan—seguir trabajando, prefieren cambiar el tema. O peor aún, dicen con una sonrisa nerviosa frases como, “No sé… Ni siquiera creo llegar a esa edad”. Sin embargo, la gran mayoría llega. Llegamos.
El calendario se ha vuelto tan utilitario que lo concebimos como una herramienta, y como tal, la usamos para mirar el día, la semana, el año y los “deadlines” que esperamos alcanzar, pero no lo usamos para comprender el tiempo completo. Hay un horizonte en el cual no sabemos, queremos o siquiera concebimos la idea de planear: ese momento en que dejamos de producir y empezamos simplemente a vivir.
El retiro, si se ha planeado de forma adecuada, puede convertirse en un renacer. Quizás con menos energía, sí, pero con más sabiduría, y, sobre todo, con la tranquilidad de saber que cada decisión tomada en el pasado, ha ayudado a construir la paz de ese presente que nos espera.
Muchos emprendedores y empresarios me han dicho: “prefiero invertir dinero en mi negocio, porque el rendimiento que me ofreces en un año, lo obtengo aquí en un par de meses”. Y honestamente, tienen razón: pocas inversiones generan tanto rendimiento como una empresa bien operada. Pero (y sí, hay un “pero”), también hay algo que el negocio no da: mayor seguridad sin esfuerzo. Rendimiento sin movimiento. La tranquilidad de saber que, pase lo que pase con el mercado y con tu empresa, alguien estará cuidando ese dinero por ti, y sobre todo, por tu “yo del futuro”.
Planear para el retiro va mucho más allá del ahorro que, aunque es señal de disciplina, también lo es de vulnerabilidad ante la inflación. El ahorro puede mantenerte y es un gran primer paso, pero no necesariamente te hará avanzar.
Ahorrar e invertir a través de un instrumento diseñado específicamente para tu retiro te ayudará a proteger a tu familia si es que tú no llegas a vivirlo, pero te protegerá también a ti si es que lo haces. Y como un importantísimo extra, protege tu dinero de ti mismo, de esos impulsos que nos llevan a tomar “solo un poquito”. Porque a veces, el verdadero acto de protección es poner un candado a lo que realmente te importa más allá del placer inmediato.
“Pero ya tengo mi AFORE”, es otra respuesta común. Y nuevamente, tienes razón al aprovechar un instrumento diseñado para tu retiro, ya que si llegas a cotizar las semanas requeridas, tu dinero será administrado de forma que te garantice una renta vitalicia. Mucho más baja que tu ingreso regular, pero vitalicia al fin y al cabo. Sin embargo, si no llegas a esas semanas, se te entrega todo en una exhibición y, entonces, viene la división más difícil de tu vida:
¿Esto me alcanza para cuántos años?
¿Para cuántos gastos inesperados?
¿Para cuánta paz?
Tal vez es el momento de ver el retiro como una etapa digna de diseño. No como un cierre, sino como un tramo más del viaje, donde lo sembrado da frutos.
Si estás en ese punto donde el futuro se ve tan lejano que parece abstracto, entonces estás en el mejor momento de planearlo con propósito, porque el futuro siempre llega, pero cómo llegue, depende en gran medida de ti.